Calles de Puerto Madero

Julieta Lanteri

Nació en un pueblo del Piamonte, en Italia, el 22 de marzo de 1873 y llegó con sus padres a la Argentina, con escasos seis años de edad. Después de varias residencias lograron afincarse en La Plata. En 1886, la niña logró ser aceptada en el Colegio Nacional (de varones) que la habilitaba para cursar la Universidad. En 1891 optó por estudiar Medicina, una profesión vedada a las mujeres pero pudo acceder por un permiso especial del decano.

Se convirtió en la sexta médica recibida en Argentina y, junto con la primera egresada en esa casa de estudios la Dra.Cecilia Grierson, fundó la Asociación Universitaria Argentina.
En 1907 se le negó la adscripción a la Cátedra de Enfermedades Mentales por ser italiana. Gestionó, entonces, la carta de ciudadanía, que le fue conferida en 1911, transformándose así en la primera argentina naturalizada. Al día siguiente de concedida la ciudadanía, se inscribió en el padrón electoral de la ciudad, aprovechando que había un reempadronamiento. El 23 de noviembre de ese año, Lanteri votaría en la iglesia de San Juan, frente a la mirada estupefacta de los varones, convirtiéndose en la primera mujer en sufragar del país. Giulia Maddalena Angela Lanteri era su nombre real.
Pasaron cuarenta años hasta que las argentinas pudimos acceder a las urnas.
Julieta se casó con un hombre catorce años menor y completamente desconocido en los ambientes que ella solía frecuentar. Una transgresión para los cánones sociales de su época, tuvieron dos hijos María del Carmen y Juan Bautista.
Organizó para mayo de 1910, junto a otras mujeres, el Congreso Femenino Internacional que tuvo como sede a Buenos Aires. Se presentaron trabajos de todo el mundo referidas a temáticas de género como derechos civiles y políticos, divorcio, educación, cultura, economía, etc. Fue el primer evento de este tipo que mostró al mundo, y de manera concreta, la organización feminista y las propuestas para modificar las situaciones de inferioridad que vivían las mujeres argentinas y del mundo entero.
Formó el Partido Feminista Nacional, era miembro del Partido Socialista y en 1919 se postuló como diputada nacional. “En el parlamento una banca me espera, llevadme a ella”*, era su lema. Hizo campaña en las calles, hablando en las esquinas, en los intervalos de las funciones del cinematógrafo y empapeló la ciudad con sus afiches. Así, consiguió 1.730 votos, obviamente todos masculinos. Al año siguiente, organizó junto con Alicia Moreau de Justo un simulacro de votación femenina en la Plaza Flores, en el que participaron más de 4.000 porteñas. Poco tiempo después, el Concejo Deliberante porteño sancionó una ordenanza donde especificaba claramente que estaba prohibido el voto de las mujeres porque el empadronamiento se basaba en el registro de empadronamiento del servicio militar.
“Arden fogatas de emancipación femenina, venciendo rancios prejuicios y dejando de implorar sus derechos. Éstos no se mendigan, se conquistan.” *
Reclamó, durante el gobierno de Hipólito Yrigoyen, hacer el servicio militar y conseguir así una libreta de enrolamiento que permitiera su incorporación a los padrones electorales. Bregó por derechos y mejoras laborales femeninas e infantiles. Desempeñó una cátedra de Ciencias Naturales en la Escuela Normal Nº 3 y no contenta con todo lo que de poco tradicional tenía su vida, antes de fallecer se inscribió en la Escuela de Aviación.
Murió sorpresivamente en la tarde del 23 de febrero de 1932, a los 58 años en un accidente automovilístico en Diagonal Norte y Suipacha, dos días después de asumir la presidencia de la república el general Agustín P. Justo. Algunos autores sospechan que tal accidente podría haber sido intencional.
Una calle de Puerto Madero lleva su nombre.
* «Siempre fuimos valientes, siempre fuimos confiadas al cumplimiento de la gran misión que la naturaleza nos ha confiado, y si en cada fecundación pusimos el amor que fue necesario, pusimos también toda la fe para esperar al hijo, darle alimento, educación y cuidados por toda la vida. ¿Por qué en la vida cívica de los pueblos habríamos de ser menos amorosas y menos valientes?

Fuente Julieta Lanteri. La pasión de una mujer, de Araceli Bellota, Editorial Planeta / Myrtha Schalom

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